"Uruguay en Adolfo Bioy Casares"

Coloquio de Salto, Junio de 1990.
Foto: Daniel Behar.
Capítulo [12]p. 131-144.
 El Presidente de la Academia Nacional de Letras acaba de destacar el privilegio de la presencia de "Bioy Casares en el Uruguay". Siguiendo con el orden programado, yo me referiré brevemente a la presencia del Uruguay en Bioy Casares.



Esta inversión de términos en el título era una posibilidad previsible. El título ha sido adecuado a las circunstancias y, como ocurre con casi todos los títulos, en este caso también apuesta a la sorpresa de lo conocido. Ya se sabe que es parte de la retórica de los títulos adoptar otros títulos, adaptarlos, invertirlos, inscribirlos por ese procedimiento de conservación y alteración dentro de un conocimiento compartido y de esa manera, llamar la atención por algo que está precediendo y por algo que está sucediendo, es decir, significa que sucede varias veces: algo viene después y, al mismo tiempo, algo está ocurriendo.



Más interesante que una referencia geográfica o patriótica -que no cabe- me parece necesario reconocer el aire casi publicitario de esta fórmula reversible que los retóricos denominan "quiasmo" y definen como la "ordenación cruzada de dos secuencias paralelas donde la segunda invierte a la primera". Para atenuar -o para acentuar- la rareza del término, habría que apuntar que no solo pertenece a catálogos retóricos ya que se utiliza el mismo término en medicina para designar un fenómeno de entrecruzamiento ocular de las fibras ópticas y también se denomina "quiasmo" el entrecruzamiento, en forma de equis, de las estructuras cromosomáticas durante la primera división celular. En efecto, los entrecruzamientos en quiasmo se registran dentro de varias disciplinas y especies.



Precisamente, de todo eso se trata en este caso: del Uruguay, de títulos, de frases hechas y de entrecruzamientos de diversa especie. Palabras cruzadas en un juego diferente, médicos siniestros y sus extraños experimentos que cruzan especies biológicas o genéticas; también de cruces de ríos por barcos o sin barcos.



Son numerosos los escritos de Bioy Casares en los que nuestro país aparece varias veces mencionado. Por otra parte, desde que oigo a Bioy, sé que tampoco escatima esas menciones fuera de la ficción literaria; pero, a pesar de las excesivas expresiones de afecto que prodiga a Montevideo, a Salto, al Uruguay, tan afectuosas que solo la sinceridad de la cortesía de Bioy las hace verosímiles, sospecho que -en cuanto a literatura se refiere- su generosidad no se origina en esa admiración por un país, un paisaje, una historia, un mito, algo así como la que inspira el consabido "Ver Nápoles y después morir", y no me molesta repetir la trivialidad del estereotipo porque da entrada al menos famoso "Devenir immortel, ... et puis mourir".(1)





Con un Premio Cervantes a la vista, la paradoja de la inmortalidad puesta a término se atenúa, la gracia de esa ocurrencia, no. Ficción literaria de por medio, no es difícil conciliar los extremos de contradicción. Por varias razones. La primera razón -y si fuera convincente, me bastaría con una- consistiría en que para algunos narradores y personajes de Bioy, este país, no es solo el Uruguay o, desde Buenos Aires y con alguna nostalgia, "la Banda Oriental", sino que es "La otra Banda". Ahora, es aquí y ahora; desde Buenos Aires, desde allí, desde la obra de Bioy, es "más allá", pero un "más allá" próximo, casi accesible, el "Más Allá" al alcance de todos quienes se propongan a alcanzarlo.



En "Planes para una fuga al Carmelo" (2) (1986), Bioy no nombra el departamento de Colonia ni una sola vez, en cambio para designarlo dice varias veces: "la otra Banda". Leo algunos ejemplos:



¿Alguien duda de que a cierta edad recibirá la visita del médico? ¿No es esa una manera de matar? Por razones terapéuticas, desde luego. Una manera de matar a toda la población.



- A toda, no. Están los que se escapan a la otra Banda.



En ese mismo cuento, donde se habla de profesores muy queridos, de universidades que se han convertido en oficinas de expendios de patentes, se sospecha que alguien en "la otra Banda descubre la manera de frenar la vejez".



Poco después los uruguayos descubrieron el modo de suprimir la muerte.



- Lo que nuestro patriotismo recibió como una patada.



Más adelante, en el mismo cuento, constataciones más realistas logran conformar la resignación a la inevitabilidad previsible:



- Pero ni los propios uruguayos lograron detener el envejecimiento.



- Menos mal...



Cuando ya está por cruzar el río, en otro pasaje, la esperanza o el suspenso se mantienen en términos similares:



- Alrededor de los dos países del Río de la Plata, se formaron dos bloques aparentemente irreconciliables, que hoy se reparten el mundo. Los enemigos nos llaman jóvenes fascistas y, para nosotros, ellos son moribundos que no acaban de morir. En el Uruguay la porción de viejos aumenta.



- ¿Qué arreglaron?



- El cruce al Carmelo.



- ¿En el Uruguay? preguntó Hernández para ganar tiempo,



- Evidentemente, contestó Leonor. - Un lanchero nos espera en el Tigre, para llevarnos a la otra Banda.



En otro cuento del mismo libro (Historias desaforadas (3) ), "Máscaras venecianas", el narrador de Bioy vuelve a radicar en estas tierras algunas de las constantes temáticas de su imaginación: la perseverancia científica de médicos extraños que traman experimentos abusivos entre la vida y la muerte, el fervor con el que los partidarios de las ciencias biológicas hacen posible la multiplicación de seres o, por procedimientos similares, los hacen desaparecer.



El motivo de la carta era pedirle que asistiera a las próximas Jornadas de Biología en Montevideo.



Siempre consideró que esos congresos y jornadas internacionales eran inútiles. No conozco persona más reacia a la figuración.



Una semana en el Uruguay, con vos. ¡Qué divertido! - Hizo una pausa y agregó: - Sobre todo si no hubiera Jornadas. (...) (Creí notar un velado reproche por no haberla acompañado a Montevideo, le recordé el diagnóstico.) (...) en otras ciudades suele haber dobles de las personas que conocemos.



Llegaron de París noticias de que Daniela se había volcado íntegramente en sus trabajos y experimentos biológicos.



Se trata de un personaje que trabaja con



"hijos carbónicos, clones o dobles", "por nada la cambiaría con la original. Es idéntica pero a su lado vivo en paz."



"-¿Se considera aprendiz e brujo?



- Como cualquier investigador que realmente contribuye al progreso de la ciencia."



A veces otras alternativas narrativas moderan, por referencias históricas conocidas, las aspiraciones a esta especie de eternidad doméstica. Se argumentan de este modo, salvaciones más apremiantes pero, como resultan consecutivas a persecuciones políticas o policiales recientes, las adversidades vividas hace más o menos años, el cruce de fronteras recupera cierta familiaridad. Son cuentos fantásticos normalizados por datos que registra la crónica y, a pesar de no abandonar experimentos genéticos, los diversos inventos contra el envejecimiento o la multiplicación de dobles siempre jóvenes, narradores y personajes entrevén, a corta distancia, el Uruguay como un refugio, la dirección de fuga hacia formas de seguridad más inmediata, rescates casi caseros:



- Lo que no entiendo es cómo aquí, por este simple túnel, Punta del Este y el Tigre quedan tan cerca.



En la misma página repite varias veces: " la otra Banda". Por ejemplo:



- ¿Inventos, como la persona que el señor tiene en la otra Banda? (...) - El viaje a la otra Banda, para ver a una mujer, es cuento viejo. (...) - Te olvidás que el gobierno ha prohibido los viajes al Uruguay. Quizá podríamos ir al Tigre y hablar con un lanchero, de esos que pasan a emigrados, o con un contrabandista. (4)



Perteneciente al mismo libro (El héroe de las mujeres) pero en otro cuento ("El jardín de los sueños", 1977), un diálogo reitera la atribución de refugio que nos interesa:



- ¿Y si me asilo en la embajada? ¿ O en la uruguaya que está más cerca?. (5)



En otro libro: (Historias de amor) describe unos



escalones de piedra. ¡Cuántos amigos los bajaron, parece ayer, para encontrar una lancha y huir al Uruguay (...) convino (con Angélica y Ricardo) que los cruzaría al Uruguay en la noche del primero de octubre. ("Paradigma") (...) el patrón de la Liebre informó a Ricardo de que no podía cruzarlos a la otra Banda.



o más adelante, en el mismo cuento



los confundió con la propuesta de cruzarlos al Uruguay inmediatamente (6)



La abundancia de referencias no es exhaustiva pero parece suficiente.



Todavía citaré un cuento más, "La trama celeste" (7) (1948), porque presenta un grado fantástico intermedio entre esos tránsitos de fronteras que los abusos históricos hacen verosímiles y las utópicas crónicas de inmortalidad multiplican. Se trata de uno de los cuentos más maravillosos, que parece actualizar alguno de esos mitos que los estudiosos podrían definir como derivaciones de "la matière celtique", aventuras y leyendas de guerreros que todavía nos encantan con el viaje de un héroe a un país brumoso, donde la luz y los amores se filtran en ciclos de reyes y fantasmas.



Se trata de los peligros y planes de fuga "del Capitán Ireneo Morris, detenido en un Hospital Militar". La segunda parte de ese plan se refiere a "la fuga de Morris al Uruguay".



A pesar de la gravedad de las sospechas militares, de las acusaciones de fuga o de traición que se ciernen sobre Morris luego del accidente que sufrió en un avión de prueba, internado en un hospital, detenido por el ejército argentino bajo sospecha de traición (argentino contra argentinos) o de espionaje (uruguayo contra argentinos), Morris primero insiste en reivindicar su identidad argentina:



- Soy probador de aeroplanos.



- ¿Con base en Montevideo? - preguntó sarcásticamete uno de los oficiales. Creen que ha venido de algún país hermano.



Morris le juró como argentino que era argentino, que no era espía.



Pero sus acusadores no re-conocen ni su identidad, ni su nombre, ni su ocupación ni su vinculación con el ejército. Entre los riesgos de fusilamiento y de expatriación, Morris acepta hacerse pasar por uruguayo:



Para ver qué sucedía, le dijo al oficial: - Confieso que soy uruguayo.



Explicó: - Me consolaba pensando que para mí un uruguayo no es un extranjero.



Refiriéndose a gestas similares -de fuga y de refugio- que ocurrieron en el pasado, algunas de las alusiones históricas que se formulan en el cuento contribuyen a acreditar narrativamente por automatismos referenciales, esos juegos de verosimilitud en un contexto fantástico, un género que, para sorprender cuenta con la inadvertencia de lo cotidiano. De manera que, en lugar de disminuir la dimensión sobrenatural de este "Más Allá", la familiaridad de lo previsible la avala y aumenta con circunstancias vividas o conocidas, habilitando el deslizamiento de una realidad inesperada, un sobresalto por más próximo más inquietante.



De la misma manera que esas referencias conocidas, sostienen un realismo incómodo, las observaciones del narrador parodian las convenciones por medio de epigramas, frases hechas pero inesperadas, estereotipos de un lenguaje coloquial descolocado. A cada paso, este desajuste abre grietas por donde se dispara cualquier sospecha de humorismo realista y por donde penetran más misterios que miserias. Ni se advierten los pases mágicos que acercan mundos vigilantes a mundos soñados. Lo conocido, lo previsible, lo trivial, coincide con las perturbaciones fantasmagóricas de una extrañeza casi normal. Son cruces que legitiman la naturaleza híbrida de una realidad dudosa hasta donde se llega cruzando una fuente clara (como en esas leyendas) o un río más o menos turbio (como el nuestro): así las cabras se vuelven quimeras, las yeguas pesadillas nocturnas, las Dianas perras, los relojes cucos, los hombres, unos bichos raros, la invasión de los medios, miedos. Así son frecuentes las metamorfosis de los sentidos, la mutación del dolor en sinfonías (Plan de evasión (8) ) o en producciones no tradicionales de la energía, como en "Otra esperanza". (9)



(Como no me propuse hacer un inventario de ficciones que hacen referencia al Uruguay, tampoco mencionaré las coincidencias con Julio Cortázar. Hablar del Hotel Cervantes cuando se celebra un Premio Cervantes, a pesar de la proximidad de ese establecimiento, me parece fuera de lugar).



En cambio, me interesa llamar la atención sobre uno de los cuentos más fabulosos, de esas obras que según Platón en el "Cratilo", exhiben la virtud de enseñar, por el nombre, la sintaxis más profunda, esa donde se articula la esencia del lenguaje y de la imaginación.



Es en una de sus Historias de amor donde el fenómeno de los cruces geográficos (entre Buenos Aires y Montevideo), fluviales ( en ríos turbios y turbulentos), teatrales (de personajes y espectadores), musicales (entre sinfonía y ópera), o verbales (entre idiomas distintos), cruzan sus espacios y especies en una mención zoológica que, desde el título: "Ad porcos" (1967) ironiza sobre híbridos que Bioy ha experimentado, en la letra, dentro del marco monstruoso de una bioylogía tan extraña como las palabras que uno inventa. Sigue sobresaltando la variedad y vitalidad de su bestiario a pesar de que semejantes injertos -cruzas de animales y animales o de animales y hombres- tuvieron lugar, mucho antes de que se ensayaran en modernos laboratorios, en los mitos más remotos (pegasos, esfinges, quimeras, sirenas, centauros, minotauros, un catálogo de seres sobrenaturales que no se agota en esta lista).



No se trata de someter a las violencias del inventario la diversidad y frecuencia de cruzas de un muestrario monstruoso ni, tratándose de "Ad porcos", de registrar las frecuencias literarias del cerdo, que la imaginación de Bioy no evita. Conviene recordar, sin embargo, uno de los ejemplos más conocidos de este bestiario ejemplar: Diario de la guerra del cerdo. (10)



En su "Autocronología" (11) Bioy recuerda la prevención de Borges: "Cambiale el título. ¿Cómo vas a tener para siempre, en la tapa, un chancho?". Asociado a tantos sinónimos o insultos (chancho, cochino, puerco, suino, cerdo, marrano), interesa que en esta narración, "Ad porcos ", Bioy vuelve a cambiar el nombre pero como este cambio y vuelta, lo remite al latín, volvemos también al tema de los híbridos. Me parece oportuno recordar entonces que "hybrida" en latín (empleada por Plinio) designaba la cruza de una cerda y de un jabalí. La novela se denomina Diario de la guerra del cerdo. En varios pasajes, en cambio, habla de "la guerra al cerdo". El cambio de preposición da que pensar.



Es curioso como las etimologías que si no son la verdad, toda la verdad de las palabras, bien pueden ser su origen, confirman desde el principio, fábulas y quimeras que la imaginación del escritor recupera, como otras verdades que se pierden en la vaguedad de los orígenes, historias de palabras que son "semimitos" o mitos en los que el hombre cree o crea a medias.



Volviendo a "Ad porcos" y al Uruguay, el narrador que está a punto de volver a Buenos Aires oye



- Malas noticias. Parece que el gobierno va a impedir los viajes al Uruguay. Grotesco. Todo lo que quiera. Constitucionalmente imposible. Por lo tanto, verosímil. (...) la sola idea de que me vedaran las visitas a Montevideo me infundió una viva ansiedad por diferir la partida.



El lector uruguayo de "Ad porcos" queda sorprendido por la precisión de las referencias que un escritor argentino hace a un Montevideo que nos queda a la vuelta de la esquina: El restorán "El Águila", la Ciudad Vieja, la Pasiva, la Plaza Independencia, Pocitos, Carrasco y, sobre todo, el teatro Solís adonde el narrador personaje, confundido o indiferente, sin distinguir entre La condenación de Fausto de Berlioz y la ópera Fausto de Gounot, como por "encanto" seduce a Perla y realiza, una vez más, el sacrificio de Margarita.



Tampoco los Faustos y sus variaciones escasean en la imaginación de Bioy: en "El relojero de Fausto" (12), "Las vísperas de Fausto" (13) (1949) o en Faustine, en La invención de Morel quien, como Delphine Seyrig, sigue viviendo bajo especie de imágenes -su sub specie aeternitatis- como vivieron siempre, o esos Faustos de Müller y de Lessing que sigue hojeando Paulina en el cuento. Su fe fáustica actualiza las veleidades del hombre occidental, la voluntad ambivalente de un siglo XX que, desde mucho antes, no resiste las tentaciones de la técnica y la acción, del poder y el conocimiento, la nostalgia de re-tener la juventud en el afán de postergar la muerte no repara en los "sacrificios del pacto". Es una de sus faltas, o dos: la falta de reparos.



Cuando Julio Cortázar (14) desea ser Bioy y declara efusivamente su admiración por Adolfo Bioy Casares, como escritor y como persona, confiesa su propia incapacidad por mostrar un personaje tan de cerca y, al mismo tiempo, confiesa ignorar cómo hace Bioy para guardar la mayor distancia, todo el desasimiento que distinguen al narrador de sus personajes.



En "Ad porcos", las vulgaridades del narrador contrastan con la delicadeza de la espectadora del Solís que, significativamente, se llama Perla. Pero, a pesar de su grosería, no pasa por alto la curiosidad semántica de un nombre propio que significa:



Para quien se crea refinado, el humorismo que estriba en nombres acaso peque de basto. En cuanto a mí, que una muchacha blanquísima se llamara Perla me pareció el colmo. Admito además que en el instante de recibir la información me estremecí a ojos vistas. Hoy encuentro todo eso un poco increíble. Perla es Perla, naturalmente, y para designarla cualquier otro nombre resultaría ridículo.



En este cuento genial -los ingenios del lugar nos protejan- el narrador parece enamorarse, a su manera, de esa misteriosa Perla que conoce en el Solís, quien "No solo estaba vestida de blanco, era blanca. Una piel pálida, demasiado pálida" y que "además de blanca era muy linda". Con todo, no es tan torpe, este personaje que es capaz de apreciar el candor de esa belleza, de descifrar en los nombres una suerte de afinidad entre significado y significante, y atisbar así la perfección mítica más profunda, la que funda el lenguaje poético o el lenguaje, simplemente. (15) Ya es algo. Sin embargo, no siente escrúpulos en referir, desde la grosería hasta el agotamiento a quien lo oyera o no, los detalles de sus amores con Perla en Montevideo:



Tuve tema para todo el viaje, incluido el trámite en la aduana. (...) un sordo encono (...) me soltó la lengua y me llevó, sin un momento de vacilación, a inmolar a Perla, a desnudarla (¡figuradamente hablando!) y a exhibirla ante terceros, mientras allá en el fuero interno una vocecita me repetía las palabras: falta de lealtad.



Si hace años Proust ya no hubiera entrevisto una poética de los nombres propios, si hace pocos años, algún teórico no hubiera tratado de fundamentarla, habría que formular, con la dedicación más rigurosa, una poética de los nombres propios en las narraciones en Bioy y el punto de partida podría ser este cuento y este lugar.



El triste personaje que es narrador de este cuento va al Teatro Solís por error, por desgano, por quedarse en Montevideo sin saber qué hacer, confundido entre Fausto y Mefistófeles, se encuentra con Perla. Ella "recuerda a la perfección las palabras correspondientes a la partitura de Margarita". (16)



"En mis sueños lo he visto" repiten tanto Perla en la pieza del hotel como Margarita en la escena.



De la misma manera que en griego y en latín, en español clásico, también "margarita" quiere decir "perla", antes de significar "flor", esa flor tan común y complicada. Si bien sorprende la asimilación de perlas y flores, la relación se ha difundido bastante desde que en el Evangelio (Cap. VII, Vers. VI). Dice Mateo que dice Jesús: "No arrojéis vuestras perlas ante los chanchos, podrían pisotearlas con sus patas y volverse contra vosotros para desgarraros". El evangelio se refiere a la deslealtad de quienes traicionan, por pura deslealtad, la pureza de las palabras. El proverbio bíblico se amonedó "en echar margaritas a los chanchos o a los puercos" y no se aparta demasiado del sentido anterior: "Dirigir la palabra o la generosidad o la delicadeza a quien no sabe apreciarlas" dice el Diccionario de la Real Academia Española. En el mismo pasaje, en francés se habla de cerdos pero no de margaritas sino de perlas. Creo que, en español, en este cuento prodigioso, la traducción interna que hace Bioy (una intraducción), es una de las figuras retóricas más originales, tal vez la más original. Por eso, precisamente, no debería localizarla pero, si tuviera que radicar su origen en algún lugar, me gustaría ubicarla entre el Río de la Plata y los Pirineos, entre Montevideo y el Béarn, cerca de Pau o de Tarbes, ahí donde le gusta a Bioy pasar largas temporadas, recordando a sus ancestros y poetas.



Desde el principio se hacía referencia a cruces y cruzas, a los médicos de Bioy que alargan la vida, cruzan especies, a la tentación del conocimiento, a pactos diabólicos, a cerdos, a híbridos y puros, a frases hechas, a orillas distintas de mundos casi iguales, de figuras en quiasmo, de palabras cruzadas, en más de un idioma. Los lectores de Bioy viven preocupados por estos entrecruzamientos, también sus personajes. Cito a uno de ellos que dice:



con la satisfacción de colocar un epigrama:



-Après vous.



La verdad es que esta gente no sabe que para el criollo una frase en otro idioma siempre tiene algo de cómico." (17)



"Encrucijada" es el título del cuento y por ahí, por Bioy, por el Uruguay y después de Ud., y habíamos empezado.

Fuente:www.liccom.edu.uy/.../lisa/editora/bioy2.html

***********

visita: http://ajedrezyborges.blogspot.com/

http://cienalmas.blogspot.com/

No hay comentarios.: