Delfina Acosta, sobre el amor, el fuego y sus rescoldos


Por Salvador Moreno Valencia
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Decir Delfina Acosta (Asunción, Paraguay, 1956) es mirar al mar, oír el sonido de las olas y dejarse llevar por sus versos que son como perlas engarzadas al hilo del tiempo.

La poeta paraguaya surca mares, desiertos y tierras salvajes con el mejor de los equipajes posible: palabras en forma de versos como únicos fragmentos del naufragio cuyos náufragos se aferran al poema como tabla de salvación, quizá la única forma posible que exista de salvarnos del abismo.

Como poeta, Acosta, posee el mejor de los salvavidas: el verso que conforma su poesía, dotada, no tan sólo de calidad literaria-poética, sino de profundidad y de espiritualidad libertadora, donde confluyen las pasiones que ardientemente palpitan bajo los deseos, el amor, la rabia, el dolor… sensaciones y emociones que a veces como bálsamo curan las heridas y otras vierten una bilis que emponzoña y lejos de cerrar abre las yagas mucho más; pero la poesía que Delfina escribe, es, aunque amarga a veces, también reparadora, e incluso podemos decir que es sanadora del espíritu.
Como persona, Delfina, es de esas mujeres cuya fuerza es capaz de enfrentar al huracán, y por ende a la muerte, a la que la poeta se enfrenta construyendo sus poemas con una exquisitez, digamos, extraordinaria. 

Y todo esto no sería posible si en el pecho, la poeta, no albergara un corazón como el que en ella late con un pulso atronador, donde sístole y diástole se convierten en bondad, en alegría, en felicidad, y cómo no, en tormento.
<<¿Cuál es el camino que lleva a la felicidad?>> Nos pregunta la poeta.
<<¿Será que la felicidad es el camino, que ésta está en el verso, Delfina?>> Respondo.
La felicidad a modo de tabla de salvación que nos ofrecen los versos de Delfina Acosta. Leyendo la poesía de esta poeta uno descubre con satisfacción que hay esperanza para salvarnos del naufragio humano al que asistimos a través de la historia del hombre.
El amor, la locura, la pasión, el deseo, la duda, el dolor, la felicidad, el destino, el alma, están presentes en la poesía que Acosta hila en el telar con sus versos:
“Mi sueño es sólo un verso de crepúsculo, un lobo de ojos tristes reclinado
sobre su mal pues se perdió en el bosque
y el viento en sus oídos es engaño.”
“Esta manera de quemarme el alma,
Este morirme sin haber sangrado,
Esta costumbre perra de quererte,
Este quedarme entera en tu costado”.
Sin duda, Delfina Acosta posee la voz poética que la sitúa como una de las mejores poetas latinoamericanas del siglo 20.
<<Sus versos son como perlas engarzadas al hilo del tiempo. >>

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