El Secreto de la Garza - de Nila López


La mujer debe entregar la novela a la editora dentro de un plazo determinado. Se apasiona con cada capítulo logrado. Maneja a su gusto y disgusto las existencias de dos extraños personajes que se aman a través cartas, cientos de cartas. Ellos son Constanza y Renato. Cierto es que a veces quiere defender a Constanza de Renato, y viceversa. O desea que ambos vistan la mortaja de un amor sellado y lacrado. Y también busca en forma empecinada que sus cuerpos se liberen del peso de una cotidianidad asfixiante mediante los conjuros.

El juego literario alcanza elevados mundos poéticos, que a su vez son como los huevos de las garzas dentro de los cuales suspiran, viven, sobreviven, a pesar de las doctrinas occidentales, cierta filosofía oriental. Este juego es uno de los hilos conductores de la novela, que dicho sea de paso, tiene registros originales.

El sutil manejo de las epístolas, despierta prontamente la curiosidad del lector.

Uno se pregunta tantas cosas al leer las líneas. Quisiera saber hasta dónde llegará aquel romance, que no tiene un simple despliegue horizontal, ni mucho menos, sino que se bifurca, tantea universos distintos, explora en dolores y placeres casi imposibles. A partir de aquel breve encuentro en Alemania, el idilio de Renato y Constanza toma forma de flor. Y la flor es zarandeada aunque los amantes “supieron clara y definitivamente que siempre volverían a transitar los mismos senderos, y que habían nacido para amarse como nunca jamás se amaron otros”.

El editor presiona a la novelista.

Bajo esa presión, que esconde un trasfondo sicológico según mi criterio (¿quién es la narradora que no se siente prisionera de las dimensiones que va tomando su obra?), la autora trabaja sin descanso. Debe tener en cuenta tantos detalles y pasajes. Y buscar un nudo redondo, desde luego.

Pero el libro El secreto de la garza, a veces se vuelve contra quien le da la vida. Y también Constanza. Y lo mismo Renato.

No es fácil tomar decisiones en las cartas que los enamorados se envían cuando hay un amor entre ambos que roza espacios misteriosos, casi galácticos, un amor que se sumerge en zonas inesperadas y hasta peligrosas del cuerpo, y también opera sobre el propio humor y la visión del mundo de la novelista.

Y aquel editor que no da tregua alguna.

Y aquella pasión disparada a través de las epístolas.

Y la obsesión por las garzas que no cesa, y la lleva a investigar sobre ellas en un libro de Aloys Hutterman. He aquí una copia del texto “Todas las cigüeñas, ibis, y garzas”, consultado por la infatigable escritora: “Nosotros sabemos de fuentes Tanájicas (Salmos 144:17) que estas aves eran comunes en la Tierra de Israel en aquella época, y aún anidan a veces allí. Hoy sabemos que las aves de este tipo se alimentan de la pesca en lagos, lagunas, pantanos, etc., y así reducen el número de peces enfermos. Esta protección estricta de las aves rapaces era única y especial en el mundo antiguo. Aquí nuevamente se descubre el conocimiento exacto de la participación de estos animales en el balance ecológico”.

La autora se siente cada día más acorralada. No alcanza a descubrir el secreto de la garza. Y el editor la apremia. Y aquellos personajes suyos van tomando a veces control de su existencia y hasta de su obra, de manera que Ángela, la protagonista, le concede a Renato la oportunidad de introducir una novela dentro de propia novela.

Ah..., cuán laberínticos e inusuales son los caminos de esta obra rebosante de imaginación.
Pero ha de haber necesariamente un final.

Las garzas aportarán lo suyo para que así sea.

También el destino, que nunca deja de sorprender, aportará un as de la manga.

El amor se introducirá en una especie de crucigrama y se vestirá de metáforas.

Pero lo cierto y lo concreto es que el lector deberá leer la obra para poder conocer el secreto de la garza.

por Delfina Acosta
en ABC Color
Asunción del Paraguay
23 de Octubre de 2011

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